La Fiesta del Embajador, extracto.

Prólogo que no puede saltar el lector de novelas.
"Que cómo y por qué me hice narrador? Es muy fácil para mi responder a esta pregunta: cuando abrí los ojos me encontré con un suplemento en colores en las manos con historias dibujadas de héroes imaginarios. A citar: El Fantasma, El Príncipe Valiente, El Llanero Solitario, Supermán, El Murciélago, etc. Bueno, quise yo hacer otro tanto y heme aquí cogiendo cursos por correspondencia de dibujos animados e historietas. En un arroyo veía yo una catarata. En una hormiga, un personaje que se dirigía a un castillo encantado, a un mundo desconocido y maravilloso. De una botella hacía yo un personaje que s batía contra otras tantas botellas más grandes y más duras que representaban el mal. En casa de mi tía Jacinta, en Carora, después una fiesta, dejaron una cantidad de botellas abandonadas en el patio y yo las fui quebrando en luchas desiguales entre ellas. En una piedra veia yo un talismán. Me metía debajo de un limonero donde soñaba a diario con ser amigo de Tarzán y rivalizaba en hazañas con su hijo Boy. Tenía yo celos de Boy por el aprecio de Tarzán".
Declaraciones del novelista Roberto Blanco, embajador de Venezuela en Bélgica para los años 1967-1968*. Se fue este último año, digo se regresó a la carrera por la hilera de "gracias" que cometió en menos que canta un gallo. A empezar (o como él dice "a citar"): se metió dos veces en la casa del consejero (cuando éste estaba en la embajada) con el propósito (según se rueda) de atacarle la mujer. La mujer del consejero (según ella misma le contó a la mujer del embajador Blanco quien se lo contó al coronel) salió corriendo para hablar con la misma señora del embajador y decirle que la estaban calumniando.
¡Cómo iba a ser posible! ¡El embajador era una persona muy seria y cómo iba a creerse eso de que se le metiera en la casa sabiendo como sabía que su marido no estaba en casa sino en la embajada cumpliendo con sus deberes!
Lloró mocos.
¿Cómo se supo?
Dicen que por el coronel que se lo oyó a la propia señora del embajador. Le dijo la señora del embajador al coronel:
-Siéntese ahí. ¿Qué opina usted de esto? Por ahí vino llorando la mujer de Gantón a decirme que no creyera que mi marido se le metía en la casa. Que la estaban calumniando. ¿Qué piensa usted?
-Yo no sé, señora (y que respondió el coronel, yo no me meto en eso. (El coronel contaba su cuento).
¿Podría contribuir todo esto a esclarecer la partida vertiginosa del embajador? Según unos, no; pero según otros, ésta no era más que una piedra en el rosario.
¿Que se dice que abusó con la esposa del secretario apurruñándola en una fiesta? Nada, porque según la señora del embajador era la mujer del secretario la que se le insinuaba. ¿Y de una sobrina del mismo embajador que vino a pasar un mes en casa de éste, de que el embajador se le metía en el cuarto y le agarraba los senos y las piernas? No se puede asegurar nada porque eso quien lo difundió fue el hijo del secretario como venganza por el abuso que el embajador quiso cometer con su madre.
¿Pero por qué piensa todo el mundo que la niña descansaba durante los días de trabajo porque se la pasaba en la Alianza Francesa y los días de fiesta (o los domingos) era una angustia porque tenía que pasarlos en casa? Suposiciones. Bueno, pero hay otra cosa: el coronel, que llevó al embajador a una casa de putas, dice que la puta que se quedó con el embajador le reclamó en estos términos:
-¿Por qué me llevó usted a ese hombre?
El coronel no supo qué responder; la puta no dijo más. La suposición del coronel (como ven, todo es una suposición) es que al embajador no se le para.
¡Para mayor gloria de Dios!

* Es necesario anotar aquí que el embajador Blanco, en sus años mozos, publicó una novela de 70 páginas"

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