Revisé pacientemente el catálogo de la Biblioteca Central de la UCV en busca de Argenis. De todos los libros que tienen, concluyo:
1.-Las bibliotecas venezolanas y los encargados de sus catálogos tienen aún prejuicios con el asunto del "correcto uso del lenguaje" y los "best sellers": están muchos de sus libros, pero de los más leídos solo están Escrito con odio y Entre las breñas. La trilogía de la destrucción de un país (Relajo con energía, La amante del Presidente y El juicio final) brillan por su ausencia. Quizás los catalogadores se espantaron con el "lenguaje crudo y poco ortodoxo", por haber sido objeto de polémica en su momento o por ambas cosas a la vez.
2.-De todos los libros que tienen, solo uno presenta dos ejemplares y, por tanto, está disponible para préstamo circulante. Los demás están restringidos para ser leídos solo en las instalaciones de la biblioteca.
3.-Las ediciones son en muchos casos las originales, estando en su mayoría en buen estado, con la salvedad de Escrito con odio, ejemplar que se encuentra en muy mal estado.
4.-Podría decirse que la obra de Argenis presente en esta biblioteca tiene un carácter "académico", es decir, está seleccionada para dar una visión del escritor, con fines de análisis de su forma de escribir. Bastaría saber si en la Escuela de Letras o de Comunicación Social de la universidad, se analiza algo referente al autor.
En fin. Los libros con sus respectivas cotas son los siguientes:
1.-Bajo los cielos sin tiempo. Cota PQ840R42B3
2.-Donde los ríos se bifurcan. Cota PQ840R42D6
3.-El tumulto. Cota PQ840R42T8
4.-El viento y la lluvia. Cota PQ840R42V5
5.-Entre las breñas. Cota PQ840R42E5
6.-Escrito con odio. Cota PQ840R42M4
7.-La fiesta del embajador. Cota PQ840R42F54
8.-Los caminos nocturnos. Cota PQ840R42C3
9.-Otra confesión: Maldiciones. Cota PQ840R42O8

Todos los libros se encuentran en la Sala de Humanidades, en el sótano de la Biblioteca Central. Un buen sitio para leer, porque nunca hay nadie. Al parecer nadie lee, ni siquiera en las universidades de este país.

Prólogo que no puede saltar el lector de novelas.
"Que cómo y por qué me hice narrador? Es muy fácil para mi responder a esta pregunta: cuando abrí los ojos me encontré con un suplemento en colores en las manos con historias dibujadas de héroes imaginarios. A citar: El Fantasma, El Príncipe Valiente, El Llanero Solitario, Supermán, El Murciélago, etc. Bueno, quise yo hacer otro tanto y heme aquí cogiendo cursos por correspondencia de dibujos animados e historietas. En un arroyo veía yo una catarata. En una hormiga, un personaje que se dirigía a un castillo encantado, a un mundo desconocido y maravilloso. De una botella hacía yo un personaje que s batía contra otras tantas botellas más grandes y más duras que representaban el mal. En casa de mi tía Jacinta, en Carora, después una fiesta, dejaron una cantidad de botellas abandonadas en el patio y yo las fui quebrando en luchas desiguales entre ellas. En una piedra veia yo un talismán. Me metía debajo de un limonero donde soñaba a diario con ser amigo de Tarzán y rivalizaba en hazañas con su hijo Boy. Tenía yo celos de Boy por el aprecio de Tarzán".
Declaraciones del novelista Roberto Blanco, embajador de Venezuela en Bélgica para los años 1967-1968*. Se fue este último año, digo se regresó a la carrera por la hilera de "gracias" que cometió en menos que canta un gallo. A empezar (o como él dice "a citar"): se metió dos veces en la casa del consejero (cuando éste estaba en la embajada) con el propósito (según se rueda) de atacarle la mujer. La mujer del consejero (según ella misma le contó a la mujer del embajador Blanco quien se lo contó al coronel) salió corriendo para hablar con la misma señora del embajador y decirle que la estaban calumniando.
¡Cómo iba a ser posible! ¡El embajador era una persona muy seria y cómo iba a creerse eso de que se le metiera en la casa sabiendo como sabía que su marido no estaba en casa sino en la embajada cumpliendo con sus deberes!
Lloró mocos.
¿Cómo se supo?
Dicen que por el coronel que se lo oyó a la propia señora del embajador. Le dijo la señora del embajador al coronel:
-Siéntese ahí. ¿Qué opina usted de esto? Por ahí vino llorando la mujer de Gantón a decirme que no creyera que mi marido se le metía en la casa. Que la estaban calumniando. ¿Qué piensa usted?
-Yo no sé, señora (y que respondió el coronel, yo no me meto en eso. (El coronel contaba su cuento).
¿Podría contribuir todo esto a esclarecer la partida vertiginosa del embajador? Según unos, no; pero según otros, ésta no era más que una piedra en el rosario.
¿Que se dice que abusó con la esposa del secretario apurruñándola en una fiesta? Nada, porque según la señora del embajador era la mujer del secretario la que se le insinuaba. ¿Y de una sobrina del mismo embajador que vino a pasar un mes en casa de éste, de que el embajador se le metía en el cuarto y le agarraba los senos y las piernas? No se puede asegurar nada porque eso quien lo difundió fue el hijo del secretario como venganza por el abuso que el embajador quiso cometer con su madre.
¿Pero por qué piensa todo el mundo que la niña descansaba durante los días de trabajo porque se la pasaba en la Alianza Francesa y los días de fiesta (o los domingos) era una angustia porque tenía que pasarlos en casa? Suposiciones. Bueno, pero hay otra cosa: el coronel, que llevó al embajador a una casa de putas, dice que la puta que se quedó con el embajador le reclamó en estos términos:
-¿Por qué me llevó usted a ese hombre?
El coronel no supo qué responder; la puta no dijo más. La suposición del coronel (como ven, todo es una suposición) es que al embajador no se le para.
¡Para mayor gloria de Dios!

* Es necesario anotar aquí que el embajador Blanco, en sus años mozos, publicó una novela de 70 páginas"

"-Ya ve -dijo el taxista-, ese no puede decir nada. Ese encontró a su mujer en pleno engaño. No es como el otro, el que fue a buscar a la amante (una amante) al lugar donde trabajaba y le metió un balazo en la nuca por puras suposiciones.
-Así es- dijo el hombre que iba en el asiento de atrás.
-Es el destino -dijo el taxista-. ¿Usted se acuerda de un carro que cayó de la parte de arriba de la Avenida Libertador y escachapó a toda una familia que iba en otro carro por la parte de abajo y los mató a todos?
- No- dijo el hombre. No recuerdo nada. A ver, explíquese.
El taxista comprendió que su cliente iba borracho.
-Un carro- dijo el taxista-, un carro que cayó de arriba de un puente y le cayó a otro con toda una familia entera.
-Ah- dijo el hombre.
-Si señor. Como lo de anoche. ¿No sabe usted lo que pasó anoche?
-No- dijo el hombre. Yo soy periodista pero hay una cantidad de cosas de las que no estoy enterado.
-Anoche un carro militar tumbó la baranda de un puente y la baranda le cayó encima a un taxi. El taxista murió y el cliente, que iba atrás, resultó gravemente herido.
-No he leído nada- dijo el hombre que estaba sentado en el asiento trasero-. ¿Usted conoce a Esther Núñez?
-No, señor.
-¿No conoce usted a una concejal de Petare que se llama Esther Núñez?
- No señor. No la conozco. Yo no soy político.
-Siga derecho -dijo el hombre que iba sentado en el asiento de atrás-.No se pare. Siga. Yo le aviso.
-Si señor.
-Sí señor, ya lo creo. ¿Que haría usted si su amante le pone cuernos con el Presidente de la República?
el taxista se calló. Lo pensó. Después dijo:
-No sé. ¿Que haría usted?
-Yo la mataría.
Andrés Hurtado, periodista de treinta y ocho años, se recostó del asiento. Se adormiló. Cerró y abrió los ojos.
-Oiga, anoche un taxista mató a una mujer. ¿Qué dice usted de eso?
-Eso no es verdad. La mujer era una loca.
-¿Usted lo cree?
- Yo sí.
-Usted defiende a los de su clase.
-No. Yo estoy cansado de cargar locos en este carro...borrachos...gente despechada...gente adolorida...No creo lo que dice.
-Puede ser.
-Es verdad.
-¿Que opina usted de una puta?
-Lo mismo que usted. Este país es un puteísmo. ¿Es eso lo que quiere decir?
-No sé- titubeó Andres Hurtado-. Puede ser. ¿Así que no conoce usted a la concejal Esther Núñez?
-No. Para mí no hay política. Yo voto el día de las elecciones. Los otros días son nulos para mí. Yo si no trabajo no como.
-Déjeme en el Todo París.
-Todavía nos falta llegar.
-Déjeme en La Discoteca.
-La Discoteca la hemos pasado.
-Déjeme en cualquier parte. ¿No me puede dejar por aquí?
-Yo lo voy a llevar al Todo París
-Lléveme al Todo París.
***
-¿Qué hacemos con el negro ese?
-Ese negro no es culpable de nada.Para mí que patear a un muerto no es nada. ¿Qué puede sentir un muerto?
Los dos policías se bebían un café. La madrugada estaba llegando. Bebían café de un termo y miraban hacia el negro.
El negro había pasado la noche sentado en un banco. No había pegado los ojos y se le había oído exclamar que todo era una porquería. Llevaba dos días en la misma actitud.
-Yo al negro no lo encerraría-dijo uno de los policías-. Yo al negro lo dejaría ahí hasta que despertara. ¿Que dices tu?
-Yo no puedo opinar. ¿Pero a quien encerrarías tu?
-Al negro no. ¿Por qué?
-es difícil encerrar a alguien. sobre todo si ese alguien es casi como yo. O como tu.
-¿Te acuerdas de la mujer de anoche?
-Sí, claro.
-Esa mujer vino por aquí -dijo el hombre señalando el periódico-, y nadie dijo nada. Después se va y unos tipos ven que la golpean y la tiran por un puente. ¿Tu crees que el que manejaba el carro libre la lanzó por un puente?
-Yo no creo eso. Yo lo que creo es que la mujer estaba loca.
-¿Pero quién saca a ese hombre?
-Ponte tu a pensar.
-¿Quién lo saca a uno después que cae?
-Nadie.
-Aquí trabajaba Rufino y la prensa se pone a dar lecos: POLICIA VIOLA A NIÑA DE SIETE AÑOS Y DESPUÉS LA ASESINA DE DIECISIETE PUÑALADAS. ¿Qué haces tu?
-Nada.
-¿Qué coño voy a hacer?
-Y ahí esta Rufino.
-A ti te señalan y ya está. Sin embargo hay un putaje por ahí, con nombres y todo eso que se caen a golpes y no pasan ni un segundo en ese banco. ¿Por qué?
-Yo no sé. Hay un vagabundaje.
-Un vagabundaje. Eso es lo que yo digo. Y lo que dices tu. ¿Pero qué haces tú? Nada. La emprendes contra el negro. Y el negro lo que ha hecho es caerle a patadas a un cadáver. Entonces se encierra al negro. Y el otro no. No señor. Aquí el que esté jodido es uno.
-Yo no estoy jodido.
-¿Quién no está jodido? ¿Tu? ¿Entonces qué haces aquí? Vete por ahí de bonche y todo eso. Ve a ver si puedes.
-No lo puedo hacer.
-¿Ves? Pero al negro si lo van a joder.
-Claro.
-A alguien hay que joder."

Extracto del libro "La ciudad desnuda", año 1978. Páginas 25-30

Extracto de los apuntes de Argenis, presentes en el libro de José Sant Roz "Desesperación calificada":
(...)
"3) En miles de artículos he dicho que la literatura venezolana no existe, porque la literatura es una cuestión de solitarios y en Venezuela es una cuestión de grupitos.
4) El grupito es limitado y censor.
5) Solamente los realmente solitarios como Ramos Sucre, Teresa de la Parra, Gallegos, Pocaterra y uno que otro más han realizado una obra porque no se han dejado manipular por un partido o grupo.
6) Aquí los grupos han sido elitescos, obedientes a corrientes políticas, como Sardio, En Letra Roja y Tabla Redonda.
7) De allí salió uno que otro tipo que sabía escribir, pero ningún creador.
8) Sucre Figuerela es un buen crítico pero no es creador. Garmendia no ha creado un personaje. Lo mismo para Adriano González León.
Solo el que se apartó de esos grupos realizó una obra como en mi caso con Entre Las Breñas y 40 obras más, pero eso me costó que me cerraran las editoriales y que ni siquiera me dieran un trabajo para comer. En la actualidad soy un recogelatas.
Me he mantenido como nací: en la miseria y sin mendigar cargos o publicaciones. Publico cuando alguien tiene el valor de publicarme. Pero por eso he dejado de escribir.
9) A mis 63 años, en la peor miseria, he escrito seis novelas. He enviado algunas a esas editoriales de Caracas y no ven bien mi nombre; en seguida me rechazan los comunistas, que siempre han mandado en las letras venezolanas; ellos me han cercado por escribir Entre Las Breñas, lo único que se ha escrito en este siglo después de Doña Bárbara.
10) A Gabriel Giménez Eman lo botaron de todas partes por incluir tres relatos míos en la Biblioteca Ayacucho.
11) Me envidiarán, pero mi obra es imperecedera. Yo no me ocupo de los demás. Leo a grandes autores y escribo todos los días.
12) Claro, si pretendes ser el escritor más grande de tu país, no puedes ponerte a llorar o gemir. Lee y escribe para ti mismo. Si sufres ese no es asunto de nadie. Si has pasado miles de noche sin dormir y con ganas de ahorcarte la culpa no es ni siquiera tuya.
Ningún escritor se suicida por un ideal, por una mujer, porque se esté muriendo de hambre. Un escritor se suicida cuando comprende que no puede escribir como antes, como fue el caso de Hemingway. O como cuando deje de creer en lo que se hacía, como Pavese o Kleist. Si ya llegaste a eso no culpes a nadie y métete un tiro o lánzate de un edificio. Olvídate, no tienes salida."

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