[Extracto del libro Entre las Breñas, páginas 46-50]
(Esos zamuros volando allí, enormes, con sus alas negras, oteando el horizonte. Uno desciende y se acerca renqueando, con sus ojos como piedras, como si no mirara por ellos.)
...y veía como el zamuro se venía acercando, con sus alas negras, primero al sol y ahora en tierra, oteando el horizonte, el horizonte que era él echado en tierra...(Me dió aquí. El balazo me dio aquí)...sin poder moverse, escrutando las aves que iban amontonandose en tierra, cada vez más cerca, como si ya él se hubiera muerto y estuviera podrido. Y caía en un sopor que le hacía perder toda imagen o todo aliento de vida. y cuando despertaba (¿me habré muerto, que estoy como ido en un limbo de articulaciones cada vez más cerradas?) con el pensamiento puesto en quien sabe donde, o qué corredores de la infancia, en la penumbra de alguna casa antigua, cuando él era muchacho y veía sombras de abuelos, o padres, o tíos, o hermanos mayores...
(Esos zamuros volando allí cerca, cada vez más cerca, ahora en tierra, acercándose más y renqueando a mi alrededor, como si no fuera conmigo la cosa o creyendo que me van a engañar con eso. El tiro fue en un costado. Al principio pude mover el brazo y tantear el agujero con la mano. ¡Cómo me dieron! Yo nunca creí que a mi me dieran. Yo decía:
-De aquí vamos a salir todos vivos.
Y yo creía de verdad verdad que íbamos a salir todos vivos y en especial yo. yo creía que el único que en todo caso iba a quedar vivo era yo...)
...y fue en el primer encuentro. No tuvo ni siquiera tiempo de disparar. Lo sorprendieron con las manos ocupadas y el fusil terciado, agachando la cabeza para pasar un alambre.
-¡Alto!
Y se volvió por la impresión y el tiro en el costado. y cayó. Después le dispararon en el suelo y el no supo cómo no le pegaron más tiros ahí al descubierto. Y después todo fue una plomazón entre sus compañeros, que venían atrás y los Guardias, porque eran Guardias que estaban aguardando...
(De esto hace ya varias horas y no se de nadie. Primero habían estado esos zamuros en la lejanía y habían dado vueltas allá arriba y yo me estaba diciendo: Me van a ver y van a descender. Y cuando empezaron a descender, mientras daban vueltas, yo me decía: ¿Cómo se darán cuenta? A no ser por el ruido de los disparos, ¿cómo se darán cuenta?)
...en su imaginación, cuando iban en un carro hacia la base, cantando la canción de moda, el tucusito, él el mas alegre, dando muestras de despreocupación con el cuatro de un muchacho que sí sabía tocar de verdad, pero que no iba tocando nada.
-Por miedo- le decía él.
Y discutiendo en el restaurante cuando ese muchacho sí que comió y pidió de todo y él decía que no debían comer mucho porque tenían que acostumbrarse a comer poco porque allá no iba a haber mucha comida. Y el otro contestándole que lo que tenían que hacer era comer para tener reservas. Y el pensó para sí que el otro tenía razón, pero no quiso dar su brazo a torcer y explicó que lo mejor era acostumbrarse de una vez. (Después casi siempre pensaba que el otro tenía razón pero que no debía darle la razón porque él iba a ser el jefe y debía, desde ese momento, mandar y hacerse obedecer e imponerse...)
(El dolor. No siento ningún dolor. No sé como es esto. Yo pensaba que un balazo dolía. ¿Y por qué será que no me puedo mover? ¿Será peligroso un balazo en un costado?)
...que balazo, diciéndose, ¿qué balazo? Yo no he recibido ningún balazo. Yo estoy durmiendo sobre unos sacos en el mercado de mi pueblo, cuando me quedé esa noche estudiando para presentar un examen al otro día y llegue con sueño al mercado. Era un domingo y había bastante gente y yo me eche a dormir en esos sacos. No creo que nunca hubiera dormido mejor...pensando en mis compañeras, pero por sobre todas en la secretaria del Liceo...y yo me imaginaba que nos quedábamos un día solos...todo el mundo se iba...y entonces en el mismo piso...las tardes...las tardes en los rincones...
Cerró los ojos y perdióm el conocimiento, tirado en el suelo con una pierna sobre la cerca de alambres que se estaba cayendo con su peso. A su lado un tamborcillo de gasolina y un Fal, con la cacerina tirada por el suelo, y que evidentemente se había desprendido al caer el que lo llevaba. el hilo de sangre que salía por uno de los costados del hombre descendía hendiendo la tierra, dejando una endeble grieta: las hormigas invadían rápidamente las pequeñas grietas. Allí los bachacos mordían las manos del hombre y, arriba, en los árboles secos, se detenían zamuros, impasibles aves negras a la expectativa. Por tierra pasaban algunos que descendían de los árboles y renqueaban un poco alrededor. una brisa hacía oscilar la paja que, fuera de la pica, medía más de medio metro. de abajo salía el humo de un caney rodeado de cañas sembradas. el caney había sido abandonado esa mañana cuando los disparos. Sin duda alguna, el hombre que estaba tendido había caído en una emboscada. En varios metros a la redonda no se divisaban otros cadáveres, ni hombres, ni nada que supusiera otros hombres heridos. Lo que había sido por un momento un campo de batalla o una escaramuza era ahora todo quietud, excepto el chillido de los pájaros, o el chillido de los monos que volvíam de nuevo con aire asustadizo a posarse en las ramas para lanzar palos al hombre que estaba tendido con la pierna sobre los alambres de la cerca. A dos horas de la pica donde se encontraba el hombre, bajando normalmente, corría un río, pero desde esa altura no se oía el ruido de la corriente. Reinaba una tranquilidad absoluta y la mañana estaba desapareciendo para dar paso a un sofocante calor húmedo.

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