Desaparecido La Muga, el Comité Ejecutivo Nacional del Partido convocó una reunión nacional urgente y asistieron todas las secciones del CES y los Independientes con el partido. Fue una reunión muy movida, presidida por el Presidente de la República, el Secretario General del Partido Popular, su Jefe de Organización y todos los delegados políticos, entre los que se contaba el Jefe de la Fracción parlamentaria, el Presidente del Senado y el doctor Feo, el joven gobernador de Nueva Esparta que había creado una organización llamada Jóvenes con el doctor Feo y, en fin, toda una cohorte de viejos militantes, ex guasineros y militantes que se enfrentaron contra el terror de la dictadura perezjimenista. El Secretario General del Partido, doctor Ivanecochea, hizo un resumen de lo trabajado por el partido hasta la muerte del candidato La Muga. Veladamente dijo que, por razones de ética moral, no pudieron aprovechar el entierro...más de lo que se aprovechó. Porque aquello resultó un acontecimiento de pronóstico y había vendedores de chicha por las calles y los vendedores de cotufas y perros calientes hicieron su agosto. Aparecieron camiones atestados de cerveza y mucha gente se emborrachó y lanzó las botellas por encima de los concurrentes. Hubo heridos y cantidad de mujeres asfixiadas que abandonaron los zapatos en la corredera. Se veía mucha gente herida y uno podía constatar la pasividad de la policía que dejaba hacer o que participaba en violaciones casi descaradas de jóvenes militantes del partido. Una de aquellas muchachas salió en volandas de un botiquín y gritaba que habían querido matarla. Estaba casi desnuda y la multitud, en cuanto la vio de ese modo, le cayó encima y comenzó a agarrarle los senos, a pellizcarle las nalgas y a tratar de meterle los dedos. Hubo carros incendiados y micrófonos que llamaban al orden. La viuda de La Muga iba llevada y traída por la multitud y a un colombiano que trató de meterse en un autobús por la fuerza le dieron un balazo en el pecho. La misma policía se aprovechó y asaltó varias tiendas y un tipo llamado el Monstruo de Guarenas abusó de una niña de cinco años que estranguló en un pasillo oscuro. Andaba su madre buscándola y rogando a dios y en esto un tipo le vino con la mala noticia. La gente batalló con el ejército y quiso entrar en el recinto del Congreso que era donde estaban expuestos los restos del candidato La Muga. La urna era muy larga y verdaderamente fúnebre y el rostro de La Muga estaba amoratado y de su boca aún desprendía saliva o baba. Por San Francisco hubo un tumulto porque un autobús arremetió la multitud y lincharon al chofer a quien llevaron a puño limpio hasta el puente que se sumerge en el estacionamiento del Centro Simón Bolívar. Había carreras y un oficial de la Guardia Nacional disparó contra una mujer que llevaba un ramo de flores. Eran las órdenes, pues en todo ramo de flores creían percibir bombas. Gritaron contra los socialcristianos acusándolos de la muerte de La Muga y allí gritaron que fueran y quemaran todas las casas de Copei. Salieron piquetes del Partido Popular a impedir más provocaciones y fueron rechazados por una turba de maleantes que saqueaban todo a su paso y toda la calle de Gradillas a Sociedad fue saqueada y reducida a escombros. Una muchacha que huía y se metió en un ascensor perdió las dos piernas. De allí la sacaron halándola a la fuerza y los muñones quedaron a la vista de la multitud que arrancó contra sus salvadores. A la salida del féretro, la gente hizo destrozos en la Plaza Bolívar, desnudaron a varias mujeres y pintaron consignas en la Catedral. COMUNISTAS ASESINOS. ESTO NO TIENE ARREGLO. REBELION. LA IMAGINACIÓN AL PODER. Venía un gentío de la provincia y los camiones se estacionaron en la Avenida Urdaneta paralizando todo el tránsito de la ciudad. La cosa o el espectáculo era retransmitido en cadena por las cuatro estaciones televisivas. Alguien hablaba y hablaba por un parlante y cuando anunciaron la llegada de CAP comenzaron los gritos de ¡CAP y Reelección, Reelección" Y la gente que así gritaba empujaba y procuraba arrancarle las carteras a las mujeres y atropellar a los hombres que las acompañaban. Había disparo y cuchilladas y unos que llegaron en un camión saltaron y metieron dos mujeres arriba y partieron con ellas. Más delante las lanzaron desnudas, aporreadas y completamente desfiguradas. El féretro, a todas estas, iba entre una fila de militares a caballo y un montón de civiles armados de ametralladoras. Había que reconquistar las masas, decía en este momento el doctor Ivanocochea. Y nada mejor para ello que recuperar el tiempo perdido lanzando a un hombre duro, a un hombre que hablara de energía y prometiera una fuerza capaz de acabar con todos los desmanes. Democracia con Energía, eso es lo que queremos, dijo. rescataremos las palabras del compañero presidente. Se asomaron algunos nombres y el doctor Feo oyó el suyo pronunciado por el joven gobernador de Margarita, aquel hombrecito barrigón y fornido acusado de apropiarse unas tierras y estar comprometido en el crimen del doctor Cardona. Como lo estamos todos, se dijo Feo. La gente enmudeció. Feo quedó a la espera. Su nombre vibro y murió cuando señalaron el de un desconocido.
Un tipo de la provincia anunció el nombre del compañero Piñerúa Ordaz. Y dijo por qué: No era ladrón, no había ocupado puestos para enriquecerse. Había sido gobernador de Monagas y de allí había salido con las manos limpias. El Partido necesitaba otra imagen. Piñerúa reunía todas esas cualidades. No tenía casa propia. Vivía de su sueldo de congresante y aún así cotizaba y su esposa, doña Berenice, era maestra, una mujer de trabajo y auténtica. Un ejemplo digno de abnegación y fidelidad.
La verdad fue que aquellas palabras calaron y la gente del Partido en pleno se puso de pie y gritó:
-¡Piñerúa, Piñerúa, Piñerúa!
Se levantó Piñerúa, un hombre de pequeña estatura que no sabía sonreír y dio las gracias. Golpeó la mesa y dijo:
-Si me eligen fundaré una escuela de cuadros del partido, que bastante falta nos hace.
El doctor Feo no podía aguantar su indignación. Se lo jugaba todo. Así que se levantó:
- Un autodidacta -dijo- no puede competir contra el candidato socialcristiano. El candidato socialcristiano es abogado, profesor de la Universidad Central, especialista en derecho constitucional, secretario general de la Internacional Socialcristiana, habla varios idiomas y también es pobre como el que más. Y yo digo una cosa: esta no es una campaña de pobreza y de virtud, sino una campaña política y gana el más osado, el más audaz, el que sepa llegar a esa chusma que destrozó, violó y asesinó durante los funerales del compañero La Muga.
La gente del partido se enardeció contra las palabras del doctor Feo y a modo de respuesta siguió gritando:
-¡Piñerúa, Piñerúa, Piñerúa!
El doctor Feo se sentó, se inclinó hacia el gobernador de Nueva Esparta y le susurró al oido:
-Estos carajos van a joderme de nuevo. Yo me margino.
-Yo hice lo que pude.
-Ya lo sé.
Y se levantó y se retiró en medio del silencio de los compañeros que lo veían pasar. La asamblea guardó silencio, el secretario general del partido tomó la palabra y remachó:
-Bien, hemos cumplido. El resto corresponde a una decisión del CEN.
Piñerúa se levantó de nuevo y fue ovacionado y recibió abrazos y llevado y traido y el joven gobernador de la Nueva Esparta le dijo:
-Los jóvenes están con usted.
Y más adelante gritó:
-¡Los jóvenes con Piñerúa!
-¡Esa es la fuerza que decide!
El partido tenía candidato. ¿De donde había salido Piñerúa? Un hombre desconocido, con una sonrisa forzada, estuvo de pie, recibiendo abrazos y aplausos.
-Qué vaina nos han echado -dijo CAP- ¿Qué se hizo Feo?
Belisario no sabía.
-Ahora tenemos que meterle toda la plata a Arias. Este Piñerúa nos va a joder a todos. Es peor que los socialcristianos. Seguro que es el hombre de Betancourt. Vámonos de esta vaina.
Nadie se dio cuenta de la salida del Presidente de la República, era tal la euforia que levantaba el nuevo candidato.

Un junio de Argenis...

De su diario,España, Junio de 1975:
"¿Para que coño voy a guardar mis defectos? Nunca le tuve miedo a ningún hombre, ni a ningún animal, ni a ninguna cosa humana o existente. Pero siempre le tuve miedo a mi soledad, a mis sueños, a las pesadillas. Y por encima de todas las cosas, siempre me tuve miedo a mi mismo, a mis impulsos y a mis depresiones. Hasta hace poco nunca pude dominarme. Pensaba una cosa y ya corría a ejecutarla.
Mi tarea es tan grande como la de Simón Bolívar.
Mañana, si no falla nada, Inés se convertirá en mi (tercera) esposa. ¡Nunca había esperado con tanta ansiedad un matrimonio! Fue un error de mi parte dar este viaje en la más completa soledad. Ramos Sucre se suicidó por soledad. Tenía cuarenta años, casi los que tengo yo ahora.
Grecia no sería nada sin La Odisea, sin La Ilíada, los Diálogos de Platón o las obras dramáticas de Eurípides, Sófocles, o Esquilo. España no sería nada sin Don Quijote, ni Inglaterra nada sin Shakespeare, ni Italia nada sin Dante, ni nosotros nada sin Simón Bolívar y sus cartas y sus locuras. ¡Los países son gracias a un loco, a un tipo irreductible y difícil de atar! Los países existen gracias a la imaginación, a la poesía y a la locura.
Nueve y media de la noche: Llama Inés para comunicarme que ayer en la noche se convirtió en mi esposa. ella quiere que yo la llame. Me pregunta si necesito dinero. Yo no la he llamado porque gasto demasiado en libros y tengo un déficit en el banco, pero no le digo nada. Por no salir del hotel ni como y si salgo es por aqui cerca para visitar algunas librerías. Ella cree que soy un bandido, jamás creerá que llevo una vida de claustro.
Algo que no anoté ayer: Ayer, cuando fui al Consulado, vi en un periódico de Venezuela que el abogado y criminólogo Arnoldo García Iturbe se había suicidado en una clínica de Madrid. García Iturbe era un joven talentoso a quien conocí de vice-ministro del Ministerio de Justicia cuando yo trabajé ahí en la oficina de relaciones públicas. Parece que García Iturbe sabía mucho de derecho penal y fue hasta miembro de la Corte Suprema. Yo desconozco lo que es eso,, pero para él seguro que era un escalón de alto rango. Yo llegué a imaginarlo como ministro e incluso, ¿porque no? como Presidente de la República. Pero de repente el muchacho se desbanda. Le gustaba salir retratado en los periódicos, y de pronto, en vez de aparecer en la página política, aparece en la página roja por que le cae a tiros a la casa de unos de sus colegas. Dijeron que García tenía graves perturbaciones mentales, que su esposa lo había demandado, etc. Y ayer, por una casualidad, he aqui que le veo de nuevo en los periodicos y de nuevo en la página roja porque se había metido un balazo en el pecho en una clínica de Madrid. ¿A dónde van a parar las ambiciones de los hombres? Yo siempre pensaba en el suicidio, amenazaba con suicidarme. Tuve razones para hacerlo y he aqui que en vez de matarme lo que hice fue hacerle frente a los que me atacaban y seguir adelante. No me maté por no darle el gusto a nadie."

Soy un vago

“Como ya he relatado en siete tomos de memorias, a mí siempre se me ha considerado un vago porque no tengo un trabajo fijo.
No estudié, no tengo título ni sueldo alguno. Duermo en el solar de una casa y la comida me la regala el señor Bruno Zarramella, dueño de un restaurant.
Sin embargo, fui el único escritor que estuvo en las guerrillas y escribí y publiqué el libro mejor escrito en la historia de este país: Entre las breñas.
He viajado por mi cuenta, como sirviente de varios barcos, por toda América Latina y trabajé en Santiago de Chile como periodista y el diario El Siglo me publicó un libro de relatos: Sin Cielo.
Juan Liscano, a raíz de la publicación de Entre las breñas, me consiguió una beca y me fui a París, donde escribí mi Diario de París (o El Testigo) y Donde los ríos se bifurcan. Regresé y luego volví con una señora que me ayudó mucho. Nos establecimos en Bruselas y allí escribí Gritando su agonía, La fiesta del embajador, Un diario de diez mil páginas, Los caminos nocturnos y El catire y otros relatos. Por carta conocí al Premio Nobel Camilo José Cela y él me publicó La Fiesta del embajador que se vendió en España y toda Europa.
También Cela me publicó once relatos y un día recibí un telegrama donde me invitaba a su casa de Palma de Mallorca. Lo entrevisté para El Nacional de Caracas. En casa de Cela pasé seis meses. Allí comía, dormía, nadaba en su piscina y escribía lo que sería la vida de Pérez y Cecilia Matos. Para Cela yo no era un vago, era un escritor.
Para ciertos personajes ilustres he sido un creador y un escritor. Para el doctor Ramón J. Velásquez he sido además de escritor y creador, periodista. Me abrió las puertas de El Nacional donde escribí por algo más de veinte años. Velásquez, cuando fue presidente de la República, me condecoró con la Orden Andrés Bello en su Primera Clase. Para Liscano, Orlando Araujo, Jiménez Emán, José Balza, Guillermo Meneses y la intelectualidad venezolana he sido un creador y un novelista. Para la gran literatura latinoamericana que publicó Anderson Imbert en el Fondo de Cultura de México soy el paradigma de las letras venezolanas, e inicia su estudios sobre Venezuela con Entre las Breñas. Igual ha pasado en España, Chile, México, Buenos Aires, Le Monde (de París) y no se que otras cosas que se dedican a la cultura.
Trabajo día y noche en esto de leer y escribir y no voy a dejar esto por una arepa o un cambur. En el estado Guárico, donde por desgracia nací, me llaman vago, flojo e inútil. Yo entiendo eso porque en el Guárico no hay un solo artista. Si allí nace un pensador, se va a Caracas. En Guárico no hay un museo, no hay una cinemateca, no hay una editorial ni hay una librería y creo que apenas hay un solo cine.
Si yo viajo al Guárico es para tomar notas y escribir cuentos o novelas de la barbarie que sigue empecinada allí. He publicado 42 libros y en Guárico nadie conoce un solo título: a mi me conocen en esta tierra porque duermo en las plazas públicas o en los solares ajenos. Yo allí soy un vago ¿Porqué no habrán dicho que soy ladrón y me encierran en la Penitenciaría General de Venezuela? No, yo como Ramos Sucre y los grandes de este país estoy condenado a morirme de hambre. O condenado a meterme un balazo para que todos en Guárico y Venezuela se alegren.
Escribo esta nota porque leo en El Nacional de 21 de enero de 2000 que Ernesto Mayz Vallenilla se considera un filósofo y un creador y lo sostiene de esta manera:
- Vivo para y por el pensamiento y por y para la creación.
Y yo se que Mayz Vallenilla ha vivido siempre en una mansión, nunca ha pasado trabajo y ha publicado una considerable cantidad de libros.
Yo no tengo nada contra él porque no sufro de envidia ni de celos. Mayz Vallenilla es un filósofo y yo me considero un narrador y ahora mismo he terminado de escribir una novela sobre lo sucedido en Maiquetía. Yo se que no tendré editor porque a mí nadie me adula ni yo puedo pagarle una cena a nadie ni mucho menos conseguirle un cambur a una persona.
En este país soy un cero a la izquierda y estoy más que consciente de esto.
Yo no le voy a adular a José Vicente Rangel para que me mande a España, como varios escritores, como Garmendia, Adrianito, Elisa Lerner y otros cuantos más que le adularon a Burelli Rivas. Y llegó un momento que nuestra representación en España llegó a tener cuatro Agregados Culturales y hasta más. Que esto quede claro.
Soy un vago y un coño de madre porque Venezuela me ha hecho así.”
(Uno de sus últimos artículos. Tomado del libro “Desesperación Calificada” de José Sant Roz)

De su diario...

DEL DIARIO DE ARGENIS. MARTES 15 DE JULIO DE 1971, PALMA DE MALLORCA, ESPAÑA.

“Estoy cansado de vivir en malos hoteles y de comer comida barata. Tengo 35 años y en Venezuela, mi país, ni siquiera tengo un rincón donde llegar. Rehacer mi vida sería abandonar todo trazo de literatura y dedicarme a llevar una vida más o menos normal, standard; una vida que no me diferencie de los demás retrasados mentales que componen el conglomerado del sitio donde nací. ¡Ya basta de ser un desplazado! ¡Hay que transigir, hay que convertirse en una mierda!
Yo comprendo que hay gente que nazca ordenada y que mantenga una familia. Y esta gente es para mí la que mantiene todo el mundo. Yo soy mal ejemplo y donde llego desacomodo todo, muy a pesar mío.
Aquel hombre (César Dávila Andrade) sentía cada vez más miedo de sí mismo y de los otros hombres.
En “Pacto con los hombres”, cuento de César Dávila Andrade, de su último libro, encuentro otro suicidio. Estaba obsesionado. El Cóndor ciego muere dejándose caer y este segundo hombre muere arrojándose por una ventana. César Dávila Andrade murió desangrado: se cortó las venas.
En Un centinela ve aparecer la vida el que se nos presenta como personaje principal narra la misteriosa travesía de un vagón con siete personas dentro. El vagón baja desfiladeros y sube hasta las cimas, donde no se respira aire. César Dávila Andrade nos da la impresión que lanza a todos los personajes a la muerte. O a algo que se le parece. Los personajes de este cuento llegan hasta las regiones donde ya es imposible soñar o mentir. Pasan cóndores y aves que llegan a vivir sus breves memorias durante el tiempo del último golpeo. Entonces viene una vibración, un encontronazo y el cielo resplandece con intensa luz simultánea. El hombre que queda solo con un fusil piensa hacer lo que hacen “los sentimentales solitarios, cuando están destacados en sus inaccesibles y remotas garitas envueltas en la irreal desolación del amanecer, y le atormenta la visión de sus vidas desplazadas, aferran el arma irrevocable, toman entre sus dientes la boca del cañón, asientan la culata en el pavimento, y se disparan con el pie derecho. Pero yo…”
(Extracto del diario de Argenis publicado en el libro “Desesperación Calificada” de José Sant Roz”)

Entradas más recientes Entradas antiguas Página Principal