El Presidente se despertó muy temprano, más que por los golpes a la puerta,por la pesadilla.Coño,se dijo, esta no puede repetirse.Yo no soy así.Yo tengo mi propia imagen que no se parece en nada a lo que vengo soñando.Se sentó en el filo de la cama.Oyó de nuevo los golpes a la puerta y gritó:
-Sea quien sea,que pase.

Era su mujer.

-¿Que pasa,Teo?
-Hay dos oficiales con soldados en la sala y quieren hablarte.
-¿Hablarme? ¿De que?
-No se.La cosa es contigo.
-¿Les mandaste café?
-Si,pero andan de prisa.No quieren ni café ni atenciones.Tu sabes como son los militares.Muy estrictos.

En eso entró la niña.
-Papi,te andan buscando-dijo
-Si,hija,si.A un presidente siempre lo andan buscando. Ve. Baja.

El presidente miró a doña Teo a los ojos.La niña era idéntica a Teo.El recuerda cuando conoció a Teo.No pudo despegarle los ojos de los senos.Y ahora soñaba que entraba por una ventana y violaba a su propia hija.Oh,Teo,me hubieras gustado más de niña,eso se dijo,aunque cuando se casaron Teo contaba catorce años y el cuarenta y dos.De pronto volvieron los golpes a la puerta.
-¿Y ahora quién es?
-No sé,Rómulo.Una sirvienta,quizás.
-Anda.Abrele.

Y cuando Teo,la Primera Dama,se dio la vuelta,el Presidente pensó: como le han crecido las nalgas.Como ha engordado.Yo no la quiero así...En eso entró una sirvienta.
-Presidente,esperan por usted.
-¿Quién? ¿Quiénes?
-Unos soldados.Unos militares.
-¿Sin un ministro?
-No.Así,solos.
-Eso no puede ser.Aquí los que pueden tocar como ustedes lo han hecho son mis ministros.Nadie más.Y eso en un caso de emergencia.

La sirvienta bajó los ojos.El presidente la examinó.En ella me inspiré para describir a Marisela.Por eso me la traje del Sinaruco.Del más allá de no se dónde.Y el presidente recordó un viaje al Apure.Una cena que le ofrecieron.

-Yo no vine aquí a comer-le respondió a los halagadores.El Presidente era alto,grueso y de voz grave.

-Pero,Rómulo,¿vas a salir así?
-¿Como así?
-En pantuflas.
-¿Y qué? Aquí no pasa nada.A mí no me han comunicado nada.
-Pero esos señores están armados.
-Mejor.Así verán a un presidente en pantuflas.

Ni siquiera se echó agua en la cara ni se pasó un peine por el ralo cabello.Abrió la puerta y desde arriba contempló a la soldadesca en la cocina o en la sala,preparándose ellos mismos el café. Se notaba que habían pasado la noche en vela porque ninguno de ellos había tenido tiempo de afeitarse.¿Qué es esto?, se preguntó.El partido no me ha comunicado nada.Mi Ministro de la secretaría no me ha llamado.El gobierno (y pensó en su sala del Palacio de Miraflores) no me ha comunicado nada.¿Qué pasa con Barrios? A lo mejor se estuvo con putas en El Trocadero acordándose de París y olvidándose de sus funciones de gobernador del Distrito Federal.En todo caso,continuó diciéndose,no debe ser nada malo.O se trata de un ladrón que han abatido en los alrededores de la casa.Bajó tres peldaños.Los militares ahora bebían café.Se comportaban con mucha familiaridad.¿Y porqué no debía ser así?Esos eran sus soldados.Terminó de bajar sus escalones y su alta figura o investidura obligó al silencio a los dos oficiales y a los quince soldados.
-Señores-dijo y rió-¿es que nunca han visto a un Presidente en pantuflas?
-Lo sentimos,señor.Soy el capitán Fragachán y está arrestado por órdenes de nuestro comandante y Ministro de la Defensa,Carlos Delgado Chalbaud.
-¿Yo?

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