Hace casi un cuarto de siglo, exactamente en Diciembre de 1977, Impresos Poleo, C.A. acometía una auténtica osadía editorial en Venezuela, publicar la 5ta edición de la novela ENTRE LAS BREÑAS del escritor Argenis Rodríguez. A la sazón ya se habían tirado 26 mil ejemplares de ENTRE LAS BREÑAS, la novela que reveló ante el país al Argenis Rodríguez novelista, al escritor que, con el paso del tiempo, habría de estremecer los cimientos de la literatura venezolana durante los últimos 25 años.

El ejemplar que tengo entre mis manos me lo facilita un antiguo militante del Partido Comunista y tiene un risible precio de 18 bolívares. La portada trae el título en letras negras sobre fondo blanco y un círculo en verde trae una fotografía de una columna guerrillera sobre un telón rojo y el nombre emblemático del escritor: el propio libro nángara. Estoy seguro que si fueran otros tiempos y usted llevara este libro por casualidad y en una alcabala algún milico se le ocurriera requisar su equipaje iría preso con toda seguridad. Propaganda subversiva, novela o literatura guerrillera, propaganda de guerra, qué sé yo lo que dirían las fuerzas militares.

Un emotivo y exaltatorio prólogo firmado por ANTONIO MÁRQUEZ SALAS lo dice todo en apenas una cuartilla. Dice el ilustre cuentista Márquez Salas que cuando sale a la luz editorial ENTRE LAS BREÑAS (Abril de 1964) la literatura venezolana padece una oscura rapacidad y vive su momento más opaco. Márquez Salas saluda con efusión y fervor el advenimiento de ENTRE LAS BREÑAS y sostiene que ésta novela surge justo en el momento en que la imaginación creadora vive una profunda crisis de identidad. No se equivocaba en lo más mínimo. El advenimiento de la primera novela de Argenis Rodríguez estaba fundando, -¿cuántos lo advirtieron?- un estilo una forma de escribir; se estaba forjando una luminosa página del vasto panorama literario venezolano que con los años se haría imprescindible a la hora de estudiar la evolución de las letras nacionales durante su último medio siglo.

Es sobradamente conocido por todos la virulenta reacción que causó ENTRE LAS BREÑAS entre la intelectualidad de izquierda que militaba en el FALN, el gran “arrecherón” que despertó esta novela entre los delicados “comandantes” guerrilleros del MIR y del Partido Comunista. Con este diptico de 153 páginas seccionado en dos partes Argenis Rodríguez alcanzó su consagración como escritor respetado y respetable en la Venezuela que jugaba a hacer la revolución durante la caliente década de los años sesenta.



Con un lenguaje sencillo pero sin caer en chabacanerías fáciles ni en impresionismos léxicos, el autor de ENTRE LAS BREÑAS nos legó a sus lectores y a la posteridad en general una visión desapasionada y desprovista de dogmatismos estériles acerca de la gran escaramuza político-militar del siglo veinte venezolano y de sus más conspicuos protagonistas. La novela se ambienta en Caracas y en el monte, en parajes rurales (El Charal, Los Humocaros, el cerro El Bachiller) y sus personajes son una terca invención recreadora de la contundente realidad que vivió el propio escritor durante el régimen betancourista, el mandato de Raúl Leoni, etc.

Las primeras páginas de esta excelente novela están escritas desde una tupida red de diálogos de ceñido rigor expresivo. Leyendo esta novela me digo: pocos libros poseen esta particularidad en su trama organizacional, su andamiaje discursivo transcurre como si el narrador hubiese grabado los diálogos y luego los hubiera transcripto para la confección de la obra literaria pero sabemos que no es el procedimiento utilizado. Por algo Argenis Rodríguez es quien es en la literatura venezolana. Pocas veces se ha vista una imaginación tan espeluznantemente fértil en el campo de la narrativa nacional. Por qué hay que ocultarlo, Argenis Rodríguez era un venezolano que parecía no ser de aquí. Su precipitada inteligencia lo vivía colocando al margen del entramado literario local. Se le reprocha, tal vez con excesiva razón que su mayor defecto era su negra sinceridad. Sí, jamás le interesó medrar de la literatura, nunca quiso hacerse de un puesto en las letras nacionales, ni mostró interés alguno en ocupar un sitial en el abigarrado estercolero del aparato cultural y administrativo venezolano.

A veces pienso que quienes se molestaron, y enemistaron, con el escritor y con el novelista, tenían más razón que la que le concede la historia, porque todo lo que se dice en ENTRE LAS BREÑAS es estrictamente cierto, sólo que los nombres de los personajes están cambiados por motivos obvios y por exigencias propias de las reglas de la ficción. No solo testigo de los acaecimientos candentes de los enfrentamientos armados de la guerra de guerrillas, Argenis fue protagonista de principalísimo orden en todo el tejido de sucesos que fueron conformando la organización de la vida política de esa Venezuela en transición que marcó huellas imborrables en la intelectualidad nacional.

Esta novela tenía que levantar ronchas entre quienes se autodenominaron la vanguardia esclarecida del movimiento insurreccional venezolano de la década del sesenta porque su autor no adorna la realidad y escribe todo lo que vivió tal como lo vivió. Pienso que Argenis entendía que la literatura y la vida eran una y la misma cosa. Anverso y reverso. Y si he quedado impregnado de esta desgarradora literatura testimonial, chamuscado de esta incendiaria obra genuinamente literaria es debido a que yo también suscribo esa concepción del hecho literario. Como dijo en cierta ocasión el gran maestro Jorge Luis Borges: “lo más real procede del universo de la imaginación”. Creo que esta lapidaria afirmación le calza perfectamente a nuestro excelso escritor Argenis Rodríguez.

En la Segunda Parte de ENTRE LAS BREÑAS hay fragmentos largos que retratan, fidedigna y auténticamente, al escritor cuando llega por primera vez a la capital de la República en busca de un horizonte, en busca de una posibilidad de hacerse escritor, en busca de un destino. El narrador extrae la anécdota del lado más oscuro de su existencia; el yo calidoscópico del narrador es una veta inagotable de donde emergen sorprendentes alusiones a las por lo general adversas condiciones que encuentra el futuro escritor a su llegada a Caracas en sus inicios de escritor.

Por esta novela transitan datos asaz curiosos y por demás interesantes para dejarlos pasar desapercibidos. Por ejemplo, por ella sabemos que Augusto Mijares escribió un Artículo refutando la novela Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y eso a Argenis Rodríguez no le agradó a tal punto que prometió escribir un ensayo recriminatorio contra Augusto Mijares. No hay que olvidar que el propio Argenis Rodríguez afirmó en más de una ocasión que después de Rómulo Gallegos el más grande novelista que había dado este país era él.

Luego de leer y releer esta portentosa novela venezolana, puedo decir con sobrada propiedad que lo que jamás le perdonará la izquierda ramplona y trasnochada, falsa e ignorante a Argenis Rodríguez es haber mantenido durante toda su vida una absoluta consecuencia con su peculiar manera de ver y hacer literatura. Nunca hipotecó su cosmovisión estética y literaria. Tampoco le hizo concesiones a la fatua élite intelectual engreída ni jamás se dejó encandilar por los falsos luminitos ni farolitos de la Universidad para adentro.

1 Comment:

  1. Daniel said...
    Allá por 1972 tuve mi encuentro con el fenómeno de Argenis Rodríguez. Por esa época aparecía su columna Escrito con odio, y aparecía en TV. Entre las Breñas y La Fiesta del Embajador pasaron a estar entre mis lecturas favoritas. Hoy el milagro de Google me conectó con este blog que según veo tiene varios años inactivo, pero sirve como una efímera conexión cuando a veces nos preguntamos, Y qué será de la vida de...?

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