(Extracto de El Juicio Final,último tomo de la trilogía Breve relación de la destrucción de un paísEs un texto profético,escrito en 1980,8 años antes de la reelección de CAP)
Acusado de haberse enriquecido ilicitamente durante sus funciones como gobernante, CAP se lanza a la calle a reconquistar a las masas. No se pierde un juego de beisbol, asiste a todas las corridas de toros, va a los combates de boxeo, se camina por las calles y levanta los brazos si alguien lo vitorea. Sin embargo su partido lo acusa de apopiación indebida, de peculador, de malversación de fondos publicos. Su partido lo acusa de asociación con tres mujeres que, de simples secretarias son hoy por hoy las mujeres más ricas de Venezuela y viven en el exterior, concretamente en Nueva York. Pero CAP dice que se encuentra sereno,que esten serenos como el lo está, que confíen en la victoria de la justicia. Si me ven rico llámenme ladrón,dijo cierta vez y a decir verdad no es que se le vea rico, sino que parece y actúa como el hombre más rico del mundo occidental. CAP es mentiroso,rastrero,inculto, inescrupuloso,putañero,ladrón,negociador de tierras, fragatas,barcos insevibles con los que ganó grandes comisiones.Enriqueció a Cristina Datos, escondida Dios sabe donde. El Congreso la solicitaba para interpelarla. La Comisión contra el Enriquecimiento Ilícito la busca como palito de romero.El juez Marcano battistini desea interrogarla.Pero Cristina Datos no aparece.Se la tragó la tierra.El unico que sabe donde está es su amante, el todopoderoso CAP, el temible CAP, el pistolero CAP.CAP amenaza,CAP le grita a sus "compañeros de partido":
-Al que mencione a Cristina le meto un tiro.
Y los tiene acoquinados.CAP le sacó un revólver al diputado Arturo Hernández Grisanti y por poco no disparó.El siempre ha sido así,violento, y en veintidos años de democracia ha ordenado la muerte de unas quince mil personas, sin contar desaparecidos.CAP se dice macho, valiente, fregado.Lo dice,lo pregona. Su casa está blindada. Es un verdadero búnker. Tiene un ejército privado. Controla llamadas telefónicas.Tiene una lista de personas con quienes arreglar cuentas. Porque el matará u ordenará la desaparición de todos aquellos que escribieron contra él y lo llamaron ladrón,putañero,asesino, mantenedor de prostitutas, rico ilegal,cobrador de comisiones,extorsionador,torturador,estafador.El le arreglara las cuentas a todo aquel que dijo que sus hijas se casaron con estafadores.El hará desaparecer a sus acusadores ante la mirada cómplice de la policía y del doctor Feo que se encargará de justificarlo y defenderlo ante los tribunales. Con CAP están los que se enriquecieron y mataron durante su quinquenio. Ay de aquel que se atraviese en su camino. Se atravesó Jorge Rodríguez y murió en una celda. Fue golpeado hasta morir.Se atravesó el penalista Cardona y fue acribillado a balazos en medio de una multitud que huyó despavorida. Sus hombres asaltaron y ametrallaron una pensión en Valencia y mataron a todos los que ahi dormían. Los asesinos eran alumnos del doctor Feo y el doctor Feo no le rinde cuentas a otro que no CAP,su jefe absoluto,su dueño y señor.Los jueces tiemblan ante el doctor Feo y al doctor feo y a sus jueces y abogados los llaman La Tribu de David.El país está pasando por un mal momento.Los asesinos se han reencontrado porque la justicia quiere atrapar al pandillero Arias,saboteador del avión del candidato presidencial Renny Ottolina y ladrón de los terrenos de Antímano, el Cementerio y Camurí Grande.Y si el doctor Feo es la mano derecha de CAP para los asuntos "legales",Arias es la mano izquierda para los atentados y latrocinios. A CAP lo atacan, pero tímidamente, desde algunas publicaciones.CAP, por eso, se rie y dice:
-Saldré limpio, saldré incólume.Soy víctima de una falacia, de una confabulación.
Y como es Senador Vitalicio y cuenta con eso que llaman inmunidad parlamentaria viaja todas las semanas a encontrarse con su amante. Un día se ven en Nueva York. Otro día en Lisboa.Otro día en Marbella,donde bailan hasta el amanecer.Otro día se encuentran en Cúcuta o en Madrid o en Londres o en París o en Oslo y en todos esos sitios tienen chalets, mansiones, casas,apartamentos y su amante es una protegida de los gobiernos del mundo occidental y su cuenta,su fabulosa cuenta,goza del secreto bancario.El Estado Venezolano,por una carta de crédito que firmó la Corporación Venezolana de Fomento, está obligado a pasarle veinte millones de dólares anuales a la Cristina Datos.
Mientras tanto aqui dicen:
-CAP es un tigre herido. Ya se levantará y sus enemigos no encontrarán donde esconderse.
Y la gente ha comenzado a sentirse desamparada porque los jueces, los abogados,los miembros de su partido,el partido socialcristiano y hasta los comunistas, comienzan a darle la razón, a encontrarlo simpático,un simpático que se llama a sí mismo patrimonio nacional y víctima de una confabulación. CAP se rie porque ya siente la victoria en sus manos.Los periódicos le temen. Ya callan.Es el tigre herido,pero un tigre con una fortuna que nadie, ni siquiera el estado posee.En cinco años CAP,previendo lo que se le vendría por su mal gobierno "administrado" por Feo,Belisario,Arias y Cristina Datos, se enriqueció como nadie lo ha hecho en el mundo.Su fuerza comienza a sentirse por la cantidad de atracos a bancos, joyerías,quintas,asaltos a las instalaciones militares,saboteos al Inos,al tubo matriz de gas.¿Y que dice CAP,que exclama?
-Este es un gobierno incompetente.
Y la gente que lo escucha ya comienza a darle la razón y a comentar:
-sí,es verdad,CAP robó pero existía el pleno empleo.
Y su "idea" penetra como un taladro y el tigre se crece y cuando comiencen a morir sus adversarios la gente los pateará,los acusará de malos hijos de la patria, de traidores. porque Pérez, cada vez que puede, y todos los días puede,se llama patrimonio nacional, esto es Libertador y la que anda errante por ahora, regresará como la libertadora del libertador y volverán a gobernar.CAP sabe que la gente olvida.CAP es mentiroso por naturaleza.Soy una víctima,grita en las plazas de toros.Se han confabulado contra mí.
Y todo haido cambiando para CAP. No es culpable de nada. Ningún juez lo encontró incurso en delito alguno.Cristina Datos no se robó ningún dinero.El doctor Feo no ordenó el asesinato del penalista Cardona.Arias no asesinó a Renny.Esa ha sido la gran confabulación. Y volverán y ya dicen que CAP volverá al poder así como Indira Gandhi volvió al suyo.Dicen que CAP volverá al poder así como Trudeu, allá en Canadá, celebra su victoria. CAP volverá.
Las paredes se llenan de pintas.Los sindicalistas visitan a CAP.Los agraristas visitan a CAP. El partido habla del "compañero CAP",verdadero sucesor del maestro Betancourt. (Betancourt a estas alturas se está muriendo de viejo).CAP espera. Yo se esperar,dice, y cuando ataque voy a tirar al centro.CAP amenaza.Ya no es un tigre herido sino un combatiente, un Bolívar restablecido de un tabardillo allá en una playa del Perú y vuelve a la carga, esta vez con nuevos bríos, con más experiencia, con una pupila afilada y con los aliados que estuvieron siempre a su lado en el momento difícil. ahora CAP se crece.No hay justicia que lo investigue,pues ya ha acabado con la justicia.Conservo mi influencia entre las fuerzas armadas,declara para la revista Doble Seis. Y ya ha acabado con las fuerzas armadas y por si fuera poco cuenta con los cuatros millones y mnedio de indocumentados que metió desde Colombia, su segunda o su primera patria.esto no ha sido dilucidado y los historidores han comenzado a revisar sus textos. CAP renace de sus cenizas.En nada quedaron sus investigaciones de la CIEI, del Congreso Nacional,de los tribunales penales.En nada quedaron las palabras del ex-presidente Caldera que pedía moralidad y honestidad para los dirigentes políticos.. En nada quedaron las patadas que Betancourt le iba a zampar a los corruptos.Se estan evaporando las palabras del presidente Herrera que, en un empeño vano,procura limpiar el país de los indocumentados de CAP que lo acorralan con una huelga diaria y un atentado a todo aquel que se ponga a tiro.
-Herrera no sabe gobernar-exclama CAP. Y la gente lo corea.
Los indocumentados de CAP,para hacerse temer más de lo que se les teme, asesinan diez personas por día y CAP rie llamando a Herrera incapaz.
.No ha hecho nada en diez meses-dice CAP en una plaza de toros.
CAP vuelve,CAP.Y los que le temen y los que se han dejado engañar y los que han olvidado quien es realmente CAP,esperan la llegada inminente,triunfal,del líder.

Mi mamá siempre ha estado peleando conmigo. Me llama mal hijo y me dice que le rece a San Antonio de Padua a quien se dirigió nada menos que el ilustre señor Lorenzo Caratelli. A mí mi mamá me llama pecador e irrespetuoso.
-Yo lo hice todo por tí- me dice.
Y me manda a leer la Novena al Espíritu Santo del Presbítero Francisco José Vergara.
mi mamá me dice:
-¿Te acuerdas que San Agustín era un mal hijo y después se arrepientió y se volvió santo? Bueno , tu todavía puedes salvarte.
Mi mamá le reza a San Onofre, le enciende una vela al Sagrado Corazón de Jesús y exorcisa su pequeño altar con la oración a San Miguel Arcángel.
-incluso te bauticé Argenis por él- dice y continúa:
-¡Y venir a salir tu así! Yo no sé a quién . En casa todos fuimos devotos de la Virgen del Carmen, a la que le recé cuando ibas a nacer. Esa noche se me apareció y me dijo: Hijita no te olvides de una lata para hervir el agua.
Mi mamá me habla con dureza. Mi mamá no se rie nunca. Cuando yo era un niño me daba unas grandes palizas. Yo le tenía miedo. Le tenía miedo a sus correazos y a sus amenazas diabólicas.
-¡Te van a freir en la Quinta Paila del Infierno por no haber hecho la Primera Comunión!
Eso es verdad.El día que fui a hacer la Primera Comunión me fui al río y regresé con el traje hecho un asco.
Mi mamá se da vuelta y mira fijamente sus estampas.
-Ese negro que esta allí- dice señalando a San Martín de Porres que es un santo negro- valía más que tu.
A mi mamá se le prendió el vestido una noche que le encendía velas a las Santísimas Ánimas del Purgatorio y por poco no se murió. Pasó tres meses en el hospital y en vez de renegar de las Ánimas y de todos los santos me dijo que eso había sido una bendición.
-Es el sufrimiento. Algo que tu nunca podrás sentir. Los malos hijos como tu no reciben nunca un mensaje de Dios.
Si mi mamá hubiera nacido en la época de la Inquisición hubiera quemado el hereje en bruto. a mí mi mamá no me quema porque no puede.Pero si pudiera lo haría. Si me quemara diría que Dios le ordenó quemarme y que a ella no le faltó valor para quemarme.En la Biblia,dice mi mamá,se lee que un profeta iba a acuchillar a su hijo para complacer a Dios. Los ojos de mi mamá relumbran en la oscuridad. Si yo no tuviera cuarenta años me pondría a temblar. Pero de noche, cuando voy a dormir, me encierro por dentro y hasta me cuesta dormirme. Yo oigo los pasos de mi mamá por el pasillo.Reza hasta tarde y hay veces que golpea a mi puerta y exclama:
-¡Gloriosísimo Príncipe de los Ejércitos Celestiales, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate contra los caudillos de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos esparcidos por los aires!
Mi mamá casi grita. Mi mamá, por haber tenido un hijo tan malo como yo, se ha impuesto la penitencia de rezar cada noche, frente a mi cuarto, el Exorcismo Contra Satanás y los Ángeles Rebeldes,una oración que fué impresa por orden de Su Santidad León XIII. Esta oración,para desgracia mía y delicia de mi mamá,fué impresa en Caracas en 1943 por orden del sacerdote (fallecido) Lucas Guillermo Castillo, Arzobispo Coadjutor.

Entre el 4 y el 6 de agosto (de 2000) se celebró, en la ciudad venezolana de San Juan de Los Morros, una serie de actividades en homenaje al escritor Argenis Rodríguez, quien se suicidara en esa localidad a principios del mes de marzo.

El viernes 4 se inauguró a las 4 pm, en la Biblioteca Pública Central Rómulo Gallegos, la exposición bibliohemerográfica en torno a la figura del autor, acto en el que se presentó igualmente el ensayo Argenis Rodríguez: desesperación calificada, de José Sant Roz. A las 5 se procedió a la instalación de la fundación que lleva el nombre del escritor.

A las 10 am del 5 de agosto, en los espacios de la Casa de la Cultura de San Juan de Los Morros, varios amigos de Rodríguez encabezaron una tertulia sobre su vida y su obra, para luego realizar la presentación del video Concierto de Clara Rodríguez en homenaje a su padre, elaborado en el Aula Magna de la Universidad de los Andes.

El acto central se realizó el domingo 6 a las 8 am, cuando los allegados de Rodríguez se reunieron frente al Bar Guárico, establecimiento del que era asiduo, y caminaron en dirección al Puerto de Cabruta, donde fueron esparcidas sus cenizas según lo dispusiera en su momento.

Argenis Rodríguez, nacido en 1936, fue uno de los escritores más prolíficos de Venezuela, y su obra, de la que destacan sus libros Entre las breñas y Escrito con odio —en los que recuenta algunos de los momentos más agrios de la vida política venezolana de la segunda mitad del siglo—, ha quedado en su mayor parte esparcida a través de miles de artículos de prensa.

Rafael Rattía
9 de marzo de 2000:

Se ha suicidado el gran escritor. Poquísimos escritores del turbulento siglo XX venezolano llevaron una vida tan dignamente consubstanciada con su extraña y díscola manera de pensar. Una rara avis de la literatura de la pasada centuria que, coincidencialmente también acaba de finalizar. Ya cansado de tanto fárrago citadino, de tanta zancadilla urbana caraqueña decidió, en los últimos años de su prolífica existencia, exiliarse voluntariamente en su lar nativo, su San Juan de Los Morros entrañable, con su huerta familiar, sus libros de siempre y su inseparable máquina de escribir que era tanto como decir el aire que respiraba. Sus urticantes artículos de opinión en este medio y en La Razón causaron no poco escozor en el cansino ánimo y en la vapuleada sensibilidad de nuestra timorata intelectualidad vernácula. Siempre urdió su lacerante verdad estética, literaria, política, etc, muy a pesar de los letrados «iletrados» que vivieron y aún viven del uso abusivo de los presupuestos culturales del Estado venezolano. No le hizo concesiones de «principios» a los tartufos de la literatura nacional ni cedió un ápice a las funambulescas tentaciones burocráticas de la lujuria del poder.

Nuestro escritor, vaya que si lo era y de los mayores, decidió por mano propia seguir la «ruta» trazada por J.A. Ramos Sucre, Andrés Mariño Palacio, Martha Kornblith, Gelindo Casasola y demás suicidas ilustres de nuestro parnaso literario.

Argenis puso a temblar a la fatua élite pusilánime de la intelectualidad venezolana con su hidalga e iracunda pluma que no daba tregua a los pérfidos y timoratos de nuestras letras.

Siempre supe de la andadura escritural del valiente intelectual a través del novelista Alberto Jiménez Ure quien bondadosamente me facilitó parte de su punzante obra literaria que «devoré» con singular rapidez durante tiempos igualmente aciagos. Con los más extraños adjetivos fue inútilmente calificado nuestro gran hombre de letras: desde «escritor de derecha», «poeta maldito», «bohemio y bebedor iredento» y algunas «pajas» más que no vienen al caso. No obstante el infame ventilador de denuestos que siempre colocó la intelectualidad subsidiada contra su insobornable lucidez, la inteligencia y la pulcritud de su escritura trascendió los muros de la intolerancia y la incomprensión. Argenis, compañero de horizontes en las letras venezolanas, quienes no alcanzamos a conocerte personalmente te acompañaremos siempre leyendo tu obra sin concesiones de ninguna índole. Desde aquí levantamos nuestra copa para reconocer tu gesto definitivo. No todo el mundo tiene la valentía de abolirse por su propia mano, y lo que es más grande, dejar tras de sí huellas dignísimas de ser emuladas.

Cuando los historiadores de la literatura venezolana se dispongan a hacer el balance de saldos de la creación literaria del siglo XX recién finalizado, el nombre del narrador, ensayista e irreverente articulista Argenis Rodríguez no podrá faltar en el compendio antológico de las letras patrias que necesariamente tenga que hacerse para ajustar cuentas sobre ¿quién es quién en la literatura venezolana del siglo XX?. Digo esto porque termino de leer un libro, conmovedor, como pocos se han escrito en este país. Se trata del magnífico libro titulado: DESESPERACIÓN CALIFICADA, escrito por el polémico y terrible escritor venezolano José Sant Roz, editado por la Universidad de Los Andes en Junio de 2000. 168 páginas.

Sant Roz nos descubre a un Argenis Rodríguez tal como habría que imaginarlo si hubiésemos tenido la suerte y el privilegio de haberlo conocido personalmente. El autor de esta DESESPERACIÓN CALIFICADA, por lo visto y leído, realizó un descomunal esfuerzo de rigurosa recopilación documental de proporciones impensables: rescató cartas, puso a salvo manuscritos, hojas sueltas, recuperó fragmentos mecanografiados, carpetas con legajos de folios en proceso de elaboración de Argenis que aguardaban por su oportuna y justa publicación. Hay que felicitar a José Sant Roz por la paciente tarea que él mismo se propuso acometer al concebir esta especie de libro-homenaje a ese admirable escritor que fue en vida el Dostoiewski venezolano de la pasada centuria.

Gracias a José Sant Roz, a su meticulosa acuciosidad, podemos saber de las apasionadas lecturas de Argenis, de su admiración hacia la desordenada y atrabiliaria vida de Hemingway, de sus intensas lecturas de Tomás Wolfe, de su respeto por Novalis. Nadie en Venezuela conoció a Balzac como Argenis Rodríguez. Cada vez que el escritor tenía la menor oportunidad lo vociferaba a los cuatro vientos; se enorgullecía de haber leído a Balzac como nadie lo había leído. Argenis se ufanaba como un niño de las lecturas que hacía, casi no hablaba de lo que estaba escribiendo pero al menor resquicio, cuando una de sus columnas en los periódicos caraqueños de circulación nacional se lo permitía le restregaba en la cara al lector sus últimas lecturas. Creo que lectores como Argenis nacen cada cien años. Tenía una veleidad casi borgesiana a la hora de decir a qué escritor universal se había leído en su totalidad.

Cuántos anatemas, cuántos dicterios, cuántos denuestos escatológicos no vertió la izquierda parlamentaria y cretina sobre el Argenis escritor. La izquierda pacificada, civilista; la izquierda sibarita y subsidiada por el antiguo INCIBA hoy convertido en CONAC lo escarneció hasta el asco. Qué adjetivos deplorables no hilvanó la intelectualidad pacata y gazmoña venezolana en contra de ese grito furibundo e indomable que significó la escritura anárquica y violenta de Argenis durante los últimos treinta años de literatura nacional. Que Argenis Rodríguez fue un dandy irresponsable que detestaba las normas de “convivencia” entre los hipócritas de las élites intelectuales y artísticas capitalinas, eso no extrañó a nadie nunca.

Desde la irrupción al escenario editorial de ENTRE LAS BREÑAS, libro emblemático que hizo de Argenis un inapagable objeto de odio por parte de los poetastros adulantes de todos los oficialismos, hasta MILENIO, su última novela, este desesperado de la literatura venezolana dejó un fabuloso legado de libros, entre publicados e inéditos, que sobrepasan la treintena de volúmenes. Cuéntense entre ellos; relatos, novelas, ensayos, artículos de opinión, reportajes, etc.

Pocas veces he visto en Venezuela una vida semejante; dedicada de manera íntegra y absoluta a leer y escribir. Argenis jamás supo hacer otra cosa que leer y escribir pero eso nunca lo entendió la godarria cultural gubernamental.

Después de vivir por largas temporadas en España, Bélgica, Francia y otros países europeos; luego de haber recorrido medio mundo y de conocer a escritores, artistas e intelectuales de la más variada pelambre, decidió volver –siempre se vuelve a Itaca– a la patria, como Pérez Bonalde, a aullar su escepticismo, teclear o digitar (aunque -dice Sant Roz- jamás usó computadora) su ingobernable nihilismo humanista en un país indolente con sus poetas, una nación implacable con sus sensibilidades más elevadas.

Yo que me precio de haber leído casi toda la Obra Completa de Emil Cioran pienso que no ha existido en nuestro país un escritor más acerbo y deletéreo en su estilo argumentativo que Argenis Rodríguez. Este novelista era una mezcla de Cioran con Nietzsche y Schopenhauer. Si me viera compelido a definir –tarea harto imposible- el temperamento de Argenis diría que en él se conjugó el sofista con el escéptico pirrónico. Encarnaba una lucidez infrecuente en nuestro panorama literario. La ironía era todo un portento de inteligencia difícilmente igualable entre sus pares de la narrativa. Forzando un poco la comparación: Argenis fue un Sartre al revés. Convocaba a las multitudes pero una vez que robaba el fuego prometéico de la ilusión en su lugar colocaba el fuego fatuo del sarcasmo. Por puro joder Argenis desnudó la impudicia de los gobernantes; les quitó las máscaras y, con su incisiva prosa ensayística o narrativa, los puso a bailar la danza macabra ante sus súbditos. Siempre supo que era una inteligencia superior en un país que naufragaba de confusión en confusión y eso nunca le sería perdonado por quines secularmente han dispuesto de las vidas ajenas para la continuidad de su sainete.

Este libro de José Sant Roz reivindica con toda la pasión subjetiva de que es capaz un decidido acto justiciero la noble y fecunda vida y obra de una de las trayectorias más diáfanas que ha dado el siglo veinte venezolano en materia creación genuina y auténtica y es un deber insoslayable recomendarlo en aras de reconocer la cima del pensamiento y de la imaginación cuando más falta hace.

Hace casi un cuarto de siglo, exactamente en Diciembre de 1977, Impresos Poleo, C.A. acometía una auténtica osadía editorial en Venezuela, publicar la 5ta edición de la novela ENTRE LAS BREÑAS del escritor Argenis Rodríguez. A la sazón ya se habían tirado 26 mil ejemplares de ENTRE LAS BREÑAS, la novela que reveló ante el país al Argenis Rodríguez novelista, al escritor que, con el paso del tiempo, habría de estremecer los cimientos de la literatura venezolana durante los últimos 25 años.

El ejemplar que tengo entre mis manos me lo facilita un antiguo militante del Partido Comunista y tiene un risible precio de 18 bolívares. La portada trae el título en letras negras sobre fondo blanco y un círculo en verde trae una fotografía de una columna guerrillera sobre un telón rojo y el nombre emblemático del escritor: el propio libro nángara. Estoy seguro que si fueran otros tiempos y usted llevara este libro por casualidad y en una alcabala algún milico se le ocurriera requisar su equipaje iría preso con toda seguridad. Propaganda subversiva, novela o literatura guerrillera, propaganda de guerra, qué sé yo lo que dirían las fuerzas militares.

Un emotivo y exaltatorio prólogo firmado por ANTONIO MÁRQUEZ SALAS lo dice todo en apenas una cuartilla. Dice el ilustre cuentista Márquez Salas que cuando sale a la luz editorial ENTRE LAS BREÑAS (Abril de 1964) la literatura venezolana padece una oscura rapacidad y vive su momento más opaco. Márquez Salas saluda con efusión y fervor el advenimiento de ENTRE LAS BREÑAS y sostiene que ésta novela surge justo en el momento en que la imaginación creadora vive una profunda crisis de identidad. No se equivocaba en lo más mínimo. El advenimiento de la primera novela de Argenis Rodríguez estaba fundando, -¿cuántos lo advirtieron?- un estilo una forma de escribir; se estaba forjando una luminosa página del vasto panorama literario venezolano que con los años se haría imprescindible a la hora de estudiar la evolución de las letras nacionales durante su último medio siglo.

Es sobradamente conocido por todos la virulenta reacción que causó ENTRE LAS BREÑAS entre la intelectualidad de izquierda que militaba en el FALN, el gran “arrecherón” que despertó esta novela entre los delicados “comandantes” guerrilleros del MIR y del Partido Comunista. Con este diptico de 153 páginas seccionado en dos partes Argenis Rodríguez alcanzó su consagración como escritor respetado y respetable en la Venezuela que jugaba a hacer la revolución durante la caliente década de los años sesenta.



Con un lenguaje sencillo pero sin caer en chabacanerías fáciles ni en impresionismos léxicos, el autor de ENTRE LAS BREÑAS nos legó a sus lectores y a la posteridad en general una visión desapasionada y desprovista de dogmatismos estériles acerca de la gran escaramuza político-militar del siglo veinte venezolano y de sus más conspicuos protagonistas. La novela se ambienta en Caracas y en el monte, en parajes rurales (El Charal, Los Humocaros, el cerro El Bachiller) y sus personajes son una terca invención recreadora de la contundente realidad que vivió el propio escritor durante el régimen betancourista, el mandato de Raúl Leoni, etc.

Las primeras páginas de esta excelente novela están escritas desde una tupida red de diálogos de ceñido rigor expresivo. Leyendo esta novela me digo: pocos libros poseen esta particularidad en su trama organizacional, su andamiaje discursivo transcurre como si el narrador hubiese grabado los diálogos y luego los hubiera transcripto para la confección de la obra literaria pero sabemos que no es el procedimiento utilizado. Por algo Argenis Rodríguez es quien es en la literatura venezolana. Pocas veces se ha vista una imaginación tan espeluznantemente fértil en el campo de la narrativa nacional. Por qué hay que ocultarlo, Argenis Rodríguez era un venezolano que parecía no ser de aquí. Su precipitada inteligencia lo vivía colocando al margen del entramado literario local. Se le reprocha, tal vez con excesiva razón que su mayor defecto era su negra sinceridad. Sí, jamás le interesó medrar de la literatura, nunca quiso hacerse de un puesto en las letras nacionales, ni mostró interés alguno en ocupar un sitial en el abigarrado estercolero del aparato cultural y administrativo venezolano.

A veces pienso que quienes se molestaron, y enemistaron, con el escritor y con el novelista, tenían más razón que la que le concede la historia, porque todo lo que se dice en ENTRE LAS BREÑAS es estrictamente cierto, sólo que los nombres de los personajes están cambiados por motivos obvios y por exigencias propias de las reglas de la ficción. No solo testigo de los acaecimientos candentes de los enfrentamientos armados de la guerra de guerrillas, Argenis fue protagonista de principalísimo orden en todo el tejido de sucesos que fueron conformando la organización de la vida política de esa Venezuela en transición que marcó huellas imborrables en la intelectualidad nacional.

Esta novela tenía que levantar ronchas entre quienes se autodenominaron la vanguardia esclarecida del movimiento insurreccional venezolano de la década del sesenta porque su autor no adorna la realidad y escribe todo lo que vivió tal como lo vivió. Pienso que Argenis entendía que la literatura y la vida eran una y la misma cosa. Anverso y reverso. Y si he quedado impregnado de esta desgarradora literatura testimonial, chamuscado de esta incendiaria obra genuinamente literaria es debido a que yo también suscribo esa concepción del hecho literario. Como dijo en cierta ocasión el gran maestro Jorge Luis Borges: “lo más real procede del universo de la imaginación”. Creo que esta lapidaria afirmación le calza perfectamente a nuestro excelso escritor Argenis Rodríguez.

En la Segunda Parte de ENTRE LAS BREÑAS hay fragmentos largos que retratan, fidedigna y auténticamente, al escritor cuando llega por primera vez a la capital de la República en busca de un horizonte, en busca de una posibilidad de hacerse escritor, en busca de un destino. El narrador extrae la anécdota del lado más oscuro de su existencia; el yo calidoscópico del narrador es una veta inagotable de donde emergen sorprendentes alusiones a las por lo general adversas condiciones que encuentra el futuro escritor a su llegada a Caracas en sus inicios de escritor.

Por esta novela transitan datos asaz curiosos y por demás interesantes para dejarlos pasar desapercibidos. Por ejemplo, por ella sabemos que Augusto Mijares escribió un Artículo refutando la novela Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y eso a Argenis Rodríguez no le agradó a tal punto que prometió escribir un ensayo recriminatorio contra Augusto Mijares. No hay que olvidar que el propio Argenis Rodríguez afirmó en más de una ocasión que después de Rómulo Gallegos el más grande novelista que había dado este país era él.

Luego de leer y releer esta portentosa novela venezolana, puedo decir con sobrada propiedad que lo que jamás le perdonará la izquierda ramplona y trasnochada, falsa e ignorante a Argenis Rodríguez es haber mantenido durante toda su vida una absoluta consecuencia con su peculiar manera de ver y hacer literatura. Nunca hipotecó su cosmovisión estética y literaria. Tampoco le hizo concesiones a la fatua élite intelectual engreída ni jamás se dejó encandilar por los falsos luminitos ni farolitos de la Universidad para adentro.

Decía el gran maestro del aforismo y de los Silogismos de la Amargura, E.M.Cioran, tal vez siguiendo a Michel de Montaigne en sus Essais, que si no era para hablar de uno mismo, qué sentido tenía escribir. Hoy, cuando leo un par de libros del más escéptico y maldito de los escritores venezolanos del siglo XX, confirmo la premonición cioraniana. Leo la novela (documento testimonial, autobiografía, Diario de guerra, qué sé yo) titulada ENTRE LAS BREÑAS y el volumen 2 de las MEMORIAS de Argenis Rodríguez y me reafirmo lo que mi intuición de lector me indica de bruces. La obra narrativa (novelas y cuentos) de Argenis Rodríguez es un desgarrador estallido del yo y sus corolarios, él (Argenis Rodríguez) es la materia de su obra. Quien conoce medianamente la literatura venezolana sabe perfectamente que Argenis era un creyente sin fe; su escritura ficcional y ensayística está impregnada de una virulencia sanguinolenta que torna inocultable la estirpe filosófica de este magiar de las letras venezolanas. Tal pareciera que este insurrecto de la estética literaria nativa proviniera de esa casta de irreverentes indomeñables que tuvieron como maestros en la antigüedad griega a Pirronne, a Diógenes Laercio. Con razón, ahora entiendo por qué Argenis Rodríguez decía que no tenía tiempo para detenerse a leer a los escritores contemporáneos de su generación, pues toda su prolífica y fértil existencia literaria se la entregó íntegramente a leer a los Clásicos. Se ufanaba de invertir sus mejores horas de vida a escuchar a Bach, a Bethoven, oía como un poseído a Mozart y a Chopin y decía que los últimos doscientos años no habían podido parir un novelista como Dostoiewski. Era tanta la admiración, y tan desmedida, que Argenis Rodríguez sentía por Jorge Luis Borges que nunca dudó en considerarlo el más grande escritor hispanoamricano del siglo XX. Razones no le faltaban y se las escupía en la cara a cualquier ignorante que osara replicarle lo contrario.

De ninguna manera es una exageración decir que Argenis Rodríguez fue el Raskolnokof de la literatura venezolana; todos los sentimientos, todas las emociones, todos los padecimientos, toda la angustia y desesperación que puede soportar la especie humana fue escrita magistralmente con una descarada sinceridad por este escritor sin par que tuvo el inusual valor autoinmolarse por su propia mano en Marzo del año pasado.

Leo el Capítulo XLIX (Quinta Parte) de las MEMORIAS de Argenis Rodríguez sugerentemente titulado Maldiciones y advierto un epígrafe calzado con el inmaculado y eterno nombre de Artur Rimbaud que dice: “Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana”. ¿caso es casual este lapidario pensamiento del genio francés?. Rodríguez no dejaba pasar ocasión para reivindicarse heredero de una raza de hombres que nacieron para hacerse un destino inextricablemente ligado a la creación poética, porque por encima de todo y en primer lugar Argenis Rodríguez fue un poeta; un gran poeta. De hecho su nombre y su singular trayectoria literaria quedará para siempre asociada a la más acendrada familia de las grandes y egregias voces de la narrativa hispanoamericana de la recientemente finalizada centuria.

La escritura de Argenis Rodríguez alcanza cimas tan excelsas que parece una escritura dictada por el demonio. Él mismo lo dejó consignado en sus testimonios, no nació para el ornamento ni para la frase ripiosa, le molestaba la falsa retórica seudoestética por eso es inútil buscar en su inveterada escritura sanguínea algún floripondio ditirámbico que tuviera como propósito exornar la frase para atrapar al lector. Sin conocerle personalmente, hurgo implacable entre sus libros –que son legión valga decirlo de una vez- datos sobre su formación académica y me encuentro que es digno militante de esa ilustre prosapia de autodidactas que abrevaron en febriles lecturas que jamás hubiera podido leer si hubiera pisado un aula universitaria. Argenis Rodríguez perteneció al árbol sagrado al cual pertenece Renato Rodríguez, al cual perteneció Andrés Mariño-Palacio. Le gustaba solazarse en las vehementes lecturas de José Antonio Ramos Sucre y no escatimaba elogios para el trágico final del bardo cumanés. Argenis fue un auténtico Out Sider de las letras venezolanas; su nombre ya pertenece a esa legión de ilustres suicidas que vivieron la vida como la vivió el genio del romanticismo alemán Von Kleist o el propio Gerard de Nerval a quienes, valga acotarlo de paso, admiraba sin reservas y casi con idolatría. Pienso en Argenis Rodríguez y recuerdo mis imperdibles lecturas de sus Artículos de Opinión en El Nuevo País y concluyo que en los últimos cincuenta años de literatura venezolana no ha existido escritor más heterodoxo y más de la sombra que Argenis. Tuvo la valentía de escribir para la posteridad sin hacerle concesiones a la literatura ligera ni a la pose kischt que tanto proliferó en los aburridos ambientes intelectuales caraqueños de hace 20 o 30 años atrás apenas. Leo Entre las Breñas y me viene a la memoria Pedro y el Capitán de Mario Benedetti en tanto se me desdibuja Aquí no ha pasado nada de Angela Zago o ese bodrio malamente escrito por Diego Salazar sobre la fuga del San Carlos.

Emplazo al lector a procurarse un libro de este escritor proscrito de la literatura venezolana; observará que cada línea, cada párrafo, cada fragmento es una andanada de autenticidad o de provocación o de odio o de confesional ternura que para los efectos es tanto como decir lo mismo. Es claro que Argenis siempre tuvo plena conciencia, tempranamente, tal vez antes de cumplir los dieciocho años, de que estaba escribiendo una página de significativa trascendencia en las letras nacionales, por eso jamás se desvió del tortuoso camino que se trazó desde que decidió instalarse en Caracas y optar para siempre por la escritura como proyecto de vida. De tanto leer, mejor dicho de tanto escribir, Argenis Rodríguez creó una realidad aparte, construyó un mundo paralelo, quizá más comprensivo y benigno que la lacerante realidad real que nos circunda como un espinaral. Qué duda cabe, Argenis fue un demiurgo capaz de enmendar capítulos enteros de la vida enferma de una nación llamada Venezuela. Su condición de taumaturgo no tiene el más mínimo resquicio de duda.

Volviendo a los aforismos contenidos en las MEMORIAS de Argenis Rodríguez, menester es resaltar que en ellos coexisten, como es natural que así sea, varios Argenis. Encuentra en estos destellos de lucidez al escritor desesperado y agobiado por el exceso de inteligencia al tiempo que hay en dichos aforismos una discreta misoginia de raigambre nietzscheana.

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